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Análisis
'Soy la daga y soy la herida' / 'El lenguaje en el tiempo', columna de Fernando Ávila
El experto en ortografía ahonda en la nueva novela de la escritora colombiana Laura Restrepo.
La nueva novela de Laura Restrepo, 'Soy la daga y soy la herida', inaugura un género literario que ella misma llama brutal noir. Sí parece brutal, pues hay muertes al por mayor, que en entrevistas televisivas la autora relaciona con las migraciones africanas, con las matanzas en Gaza, con los bombardeos a Ucrania y con las políticas chovinistas de Trump. En el libro, sin embargo, parecen ambientadas en las Canarias, cuando habla de la plaza de San Antón Abad; en América Central, cuando menciona las maras salvatruchas; en Colombia, cuando recuerda el spyware Pegasus, y en Barranquilla, cuando lleva las marimondas a la escena. Ahora bien, lo de brutal no lo es tanto, porque lo dice todo de manera poética, para que el lector se sienta leyendo una fábula mitológica y mantenga hacia ella misma distancia que guarda cuando lee la Biblia o las tragedias griegas. Abunda, de hecho, el lenguaje evangélico, “Yo soy el que soy”; el católico, “El amor de madre por el primogénito es como el de María por Jesús”; el teológico, “No hay experiencia angelical que no conlleve posesión demoníaca”; el filosófico, “Sin pavor no hay devoción”, “Perder la cabeza no es perder la vida”, “La niña es sofisma de distracción”; el ascético, con vigilia, ayuno y retiro incluidos, “Una semana antes de cualquier ejecución me retiro en soledad, medito a oscuras y practico ejercicios holísticos”, y el mitológico, con las sirenas, a las que no hay que oír, para no perder la cabeza, según enseña Ulises.
Conflicto
El protagonista es un verdugo llamado Misericordia Dagger. Su nombre alude a la daga para cortar la cabeza, que históricamente es llamada Misericordia, pues se hunde en el cuello del herido para producirle la muerte y disminuir misericordiosamente su sufrimiento. El apellido Dagger reafirma la imagen de la daga. En alguna página perdida cambia “verdugo” por “matarife”. Todo muy noir, pero no tanto, pues la autora lo suaviza con un humor caricaturesco, introduciendo locuciones populares, “más claro no canta un gallo”, “el que la hace la paga”, “nadie se muere la víspera”, a veces con música incluida, “llora como la llorona loca”, “Tengo una muñeca vestida de azul, zapaticos blancos, delantal de tul” o los tranquilos compases de Debussy. El conflicto está marcado desde el principio. La noble Elizabeth Leonilde, próxima condenada a que Dagger le corte la cabeza, tiene una nieta de diecisiete años, campeona de natación, gran sirena nacional, de quien queda enamorado a primera vista. ¿Podrá el estricto verdugo cumplir su cometido con esa flecha de Eros atravesada en el corazón?
La escritora colombiana Laura Restrepo. Foto:Archivo EL TIEMPO
Cabeza
Laura Restrepo juega con las palabras. Pone al dios Abismo a hablar en lenguas, mezcla términos coloquiales, pistoloco, zurumbático, bruja rebruja, con extranjerismos sin cursiva, déjà vu, foulard, aggiornamento. Toma la frase “creo en un dios que baile”, de Nietzsche, para alterarla en boca de Dagger, “creo en un dios que sangre”. El verdugo dice que prefiere el “let it bleed” (‘déjalo sangrar’), de los Rolling, al “let it be” (‘déjalo ser’), de los Beatles. A veces llama a su personaje “mi pequeño saltamontes”, sin pretender que su maestro tenga similitud con Carradine, y a veces, “cantante de tango”, por su parecido a Gardel, que lo es más cuando canta “por una cabeza”.