Opinión

El espejismo del internet libre

El móvil se masificó, pero el profundo se estancó.

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Si realmente aspiramos a un libre e igualitario a internet, la conversación pendiente debe centrarse en atender la demanda: personas, empresas, instituciones educativas, de salud, gobiernos y comunidades. Atenderla no consiste simplemente en entregar un smartphone con un menú amplio de aplicaciones. Eso sería caer en un “internet placebo”: una ilusión de que nos permite lavarnos las manos. Ya no son los magnates quienes eligen por nosotros; ahora somos nosotros quienes aceptamos, sin cuestionar, las limitaciones disfrazadas de libertad.
En 2005, internet alcanzó los 1.000 millones de s. Poco después llegaron los smartphones con pantallas táctiles, las apps y la idea de que el mundo cabía en la palma de la mano. Pero eso sigue siendo una ilusión. Los smartphones son dispositivos limitados, y las apps son apenas s diseñados para facilitar el consumo de pequeñas porciones de esa vasta red.
La popularidad del smartphone desató una avalancha de aplicaciones. Sin embargo, en esa carrera por la atención, unas pocas –Meta, Google, TikTok– concentran la mayoría del tiempo de uso. Así nació la economía de la atención. Hoy apenas comenzamos a entender su impacto.
La libertad de elegir no existe si no hay una red real que explorar.
Si queremos un internet verdaderamente igualitario, el smartphone no es el dispositivo que nos permitirá alcanzarlo. Quienes crecimos rodeados de tecnología olvidamos lo que significó aprender a extraer valor de la red. No llevamos al computador lo que aprendimos en el celular. Fue al revés: nuestras habilidades digitales vinieron primero del tiempo y la práctica frente a un computador con capacidad de procesamiento.
Ese tipo de –que requiere tiempo, dispositivos adecuados y conexiones estables– es el que realmente marca la diferencia. El smartphone crece sin parar: tres de cada cuatro colombianos ya tiene uno. Pero el computador, que es el dispositivo que verdaderamente permite apropiarse de la red, lleva años en retroceso. En 2012, el 35 % de los hogares tenía computador de escritorio; hoy, apenas el 17 %. Los portátiles, que en 2012 estaban en el 29 % de los hogares, solo han crecido hasta un 33 %. El espejismo funcionó: el móvil se masificó, pero el profundo se estancó.
En el Centro Nacional de Consultoría llevamos casi una década estudiando cómo las personas se apropian de la tecnología. Y lo que vemos es claro: quienes solo acceden a internet desde un smartphone con datos móviles –especialmente en modalidad prepago– por lo general no acceden a la gran red que es Internet, sino a un conjunto limitado de aplicaciones. La libertad de elegir no existe si no hay una red real que explorar. Nuestro modelo de trayectorias digitales muestra que solo quienes combinan conexión fija y móvil logran ver internet como lo que realmente es: una red, no un menú.
Pero no podemos perder de vista que la desigualdad digital es, en el fondo, una desigualdad de capacidades. Y quizás –si se orienta bien– la tecnología pueda ayudarnos a cerrarla.
* Líder de los estudios de apropiación y transformación digital del Centro Nacional de Consultoría

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