'Nunca voy a olvidar lo que viví. Me sentí muerta': actriz narra el infierno que soportó en taxi de 'Los de la T'

Era la madrugada del 28 de diciembre de 2024. En Bogotá, una fotógrafa y actriz de 28 años terminaba su jornada laboral tras cubrir una exposición en el sector de Galerías. Junto a una compañera de trabajo, esperaban un servicio de transporte particular Uber que nunca llegó. 

Por eso, cuando eran las 2:30 a. m. y, por seguridad, decidió tomar un taxi en la calle. No era algo habitual para ella, pero las circunstancias la forzaron. Todo eso y lo que pasó después se lo contó a EL TIEMPO en una entrevista. 

Recordó, eso sí, que antes de subir, por precaución, pidió a su compañero que le tomara una foto al vehículo. Ese acto de instinto fue lo que más tarde le salvaría la vida y una práctica que cada vez se hace más recurrente entre los s. 

El conductor se mostraba amable y aparentemente normal. De hecho, le pidió la dirección y la anotó en su celular. La joven fue tan cuidadosa que, cuando iba cruzando por el parque Simón Bolívar, llamó a su madre por teléfono y hasta le informó que ya iba rumbo a casa. Todo parecía estar en orden hasta que un desvío intempestivo lo cambió todo. 

La pasajera notó que el conductor del taxi, ya en la zona de la localidad de Suba donde estaba ubicada su casa, tomó un desvío inesperado. Ella le preguntó por qué. El conductor respondió que se había equivocado de camino. Pero el error era parte del plan. Ella sintió el primer signo de peligro.

Intentó abrir la puerta y escapar, pero no tuvo tiempo. Dos hombres más ingresaron al vehículo por las puertas traseras. La inmovilizaron, la golpearon brutalmente, y comenzó, literalmente, el infierno. “Me tiraron al piso del carro, me pegaron contra la ventana, me pusieron un cuchillo en la nuca, en la espalda. Me insultaban, me decían que no gritara, que me callara. Me manosearon. Me dijeron obscenidades mientras me quitaban todo”, relató la joven a este diario. 

El conductor –quien era parte de la banda y sabía al pie de la letra  del plan– comenzó a cargar el celular de la víctima para que pudieran hacer transferencias. Querían vaciarle todas sus cuentas bancarias. Pero ella, en shock, no podía hablar con claridad. 

Entonces uno de ellos le metió un cuchillo en la boca y le cortó la lengua. “Me la cortaron para que yo dijera las claves de mis cuentas, pero no había esa necesidad. Yo estaba ya muy asustada; eso es prueba de su maldad, de su odio. Así, con la lengua sangrando soporté todo el resto del secuestro.”

Durante más de tres horas, recorrieron Bogotá. Ella no podía ver por dónde iban. No le permitían mirar por la ventana. Cada parada era un cajero automático; cada movimiento, una nueva agresión. Le robaron más de 100 millones de pesos entre cajeros y datáfonos.

Esta joven fue víctima de violencia sexual, física y psicológica. “Nunca voy a olvidar lo que viví. Me golpearon todo el cuerpo. Me torturaron. Me sentí muerta. Abusaron de mí física y psicológicamente”. 

Mientras la joven estaba a punto de perder su vida, su madre no dejaba de llamarla. Algo en su interior sabía que algo estaba mal. Envió la foto del taxi que había tomado su compañero. La imagen llegó a los ojos correctos. Se emitió una alerta. Y, entonces, los agresores se asustaron.

“Uno de ellos dijo: ‘Este hijueputa se salvó”. La abandonaron en un barrio, en el Sur de Bogotá. Le dijeron que, si miraba hacia atrás, la mataban. Que si denunciaba, asesinarían a su familia. Que esta vez tuvo suerte, porque pensaban llevarla a unas bodegas y desaparecerla.

Con lágrimas y desesperación, pidió ayuda. Gritó. Nadie salía. Hasta que una moto con dos policías apareció. Ahí comenzó la segunda parte de la pesadilla: la denuncia, el proceso judicial, la reconstrucción emocional.

“No dormí esa noche. Fui directamente a la URI a poner la denuncia. Yo tenía todos los detalles, recordaba todo, hasta sus rostros y los días siguientes recolecté más pruebas. Tenía videos. Logré ver en una cámara de seguridad cómo el taxi se desviaba. Ahí descubrí que los otros hombres venían siguiéndome en otro taxi. Estaba todo planeado”, le dijo la víctima a este medio. 

Los rostros de sus agresores están tatuados en su memoria. Nunca usaron capuchas. En las audiencias judiciales su falta de humanidad continuó.  Se reían, bostezaban, no aceptaban cargos. No sentían culpa. No les importaba. “Yo quiero cárcel, no casa por cárcel para todos los de esta banda, incluso las mujeres. No es justo que estén viendo televisión mientras yo no puedo dormir ni subir a un taxi sin temblar".

Gracias a su valentía y la de otras víctimas, la Policía y la Fiscalía lograron capturar a los de ‘Los de la T’,  una organización criminal que operaba principalmente en Chapinero, Galerías y la Zona G. 

Su modus operandi consistía en disfrazarse de conductores de taxi y abordar a víctimas solas o vulnerables, especialmente mujeres, para robarlas, abusarlas, y luego abandonarlas.

Se les atribuyen al menos 35 casos. Robaron más de 500 millones de pesos. Secuestraron, violaron, torturaron. Los líderes, alias ‘Nova’ y otros cinco hombres, fueron enviados a prisión. Cuatro mujeres que participaban como receptoras del dinero fueron condenadas a detención domiciliaria. Algunas prestaban sus cuentas, otras gestionaban transferencias internacionales.

La investigación permitió afectar de manera estructural a un grupo delincuencial, vinculado a la ejecución sistemática de delitos bajo la modalidad conocida como ‘paseos millonarios’ en Bogotá.

Esta organización estaría implicada en 28 hechos delictivos registrados en las localidades de Chapinero, Barrios Unidos y Teusaquillo, sectores con alta actividad nocturna y comercial, donde las víctimas eran abordadas mediante engaños y luego sometidas a diversos tipos de violencia.

De acuerdo con las pruebas recaudadas por las autoridades, esta estructura criminal operaba en zonas de rumba y esparcimiento de estas tres localidades, donde sus integrantes se hacían pasar por conductores de vehículos de servicio público. Una vez que una víctima abordaba el vehículo, era inmediatamente retenida contra su voluntad, mediante el uso de armas cortopunzantes y de fuego.

A partir de ese momento, los agresores procedían a intimidarla y exigirle dinero a cambio de su liberación, en acciones claramente configuradas como secuestro extorsivo. Además, en varios de los eventos registrados, las víctimas fueron sometidas a vejámenes sexuales, lo que agrava la dimensión de los delitos.

La Fiscalía ha calculado que la cuantía aproximada del dinero exigido y hurtado por esta red asciende a los 100.000.000 de pesos, producto de los distintos casos identificados y documentados por las autoridades.

La operación de captura y judicialización de los delincuentes derivó en la aprehensión de nueve personas, quienes fueron presentadas ante un juez de control de garantías.

Una fiscal adscrita al Gaula de la Seccional Bogotá les imputó los delitos de concierto para delinquir agravado, secuestro extorsivo agravado, hurto calificado agravado, acto sexual violento y uso de menores para la comisión de delitos, todas conductas de especial gravedad.

Los capturados fueron identificados como Jhon Aldemar Nova León, Óscar Iván Páez Nechiza, Cristian David Alvarado Velásquez, David Alexander Delgado Rocha y Hernán Andrés Giraldo Delgado, quienes fueron enviados a un establecimiento carcelario como medida de aseguramiento.

Por su parte, otras cuatro mujeres presuntamente vinculadas a esta organización: Leidy Katherine Rincón Alcantar, Laura Camila Becerra Ortíz, Mónica Viviana Collazos Quevedo y Lina Marcela Parrada Rojas, cumplirán la medida de aseguramiento en su lugar de residencia.

Adicionalmente, otras dos personas presuntamente implicadas en esta red delictiva fueron notificadas en un establecimiento carcelario, como parte del proceso judicial que avanza en su contra. Esto eleva a once el número total de personas vinculadas penalmente hasta el momento en esta operación.

La Fiscalía destacó que las investigaciones continúan con el fin de determinar si existen más hechos relacionados con esta red o si hay otros integrantes aún no identificados. Asimismo, se busca establecer el número total de víctimas, varias de las cuales habrían sido objeto de abuso sexual en condiciones de secuestro y coacción extrema.

CAROL MALAVER

SUBEDITORA BOGOTÁ

Escríbanos a [email protected]