Voy y vuelvo | Alianza Gobierno-ciudadanía, nos salva o nos condena

Esta semana una banda de ladrones protagonizó una balacera en pleno parque de la 93 al intentar un robo. Uno de los antisociales resultó herido y los demás fueron capturados, pero a las pocas horas quedaron libres. La justicia.

En el balance del trabajo hecho por el Concejo de Bogotá el período pasado, varios de ellos destacaron lo poco efectivas que han resultado las medidas para combatir el desaseo en la ciudad. También reafirmaron la preocupación por el tema de la inseguridad y no se mostraron muy amigos de extender el horario de la rumba.

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Por otro lado, un par de imágenes se hicieron virales en las redes sociales y tenían que ver con TransMilenio. La primera era la de un sujeto que por poco termina debajo de las llantas de un articulado al intentar colarse en una estación. Y la otra es la de un valiente ciudadano que confrontó a un ladrón que pretendía robarse el extintor de uno de los buses. No lo logró.

Son hechos que tienen que ver con nuestra cotidianidad, pero, sobre todo, con nuestro comportamiento como ciudadanos y como autoridades.

Los ciudadanos somos corresponsables de las cosas malas que le pasan a Bogotá. Por indiferencia, complicidad o simplemente por falta de cultura. Pero a las autoridades les cabe una alta cuota de responsabilidad también. Veamos.

La indiferencia que exhibimos ante el maltrato hacia otra persona, ante un expendio ilegal de drogas que sabemos cómo opera, ante la conexión fraudulenta a un servicio público; comprar una bicicleta o un repuesto a sabiendas de que es robado; la impasibilidad que mostramos ante la destrucción de un bien público, la tolerancia hacia la avivatada del otro, el no hacer causa común para evitar un daño; la desfachatez con que arrojamos basuras a la calle, a un caño, a una quebrada; evadir nuestra responsabilidad cuando nos colamos en el transporte público; amenazar, herir, ofender, insultar a quien se ha sobrepasado con nosotros; irrespetar con el ruido la paz de los demás, ser pasivos ante la matonería y la intimidación de unos pocos, arriesgar la vida por cometer una imprudencia –como no usar el puente peatonal–; utilizar los espacios verdes como orinales, dejar que mascotas ensucien el parque de nuestros niños y hasta promover una cultura insana de apropiarnos de un espacio público que es de todos son en buena medida las causas de que Bogotá no consiga ser una ciudad más amable, tranquila y optimista. Ahora bien, si las autoridades hicieran su parte, tal vez las cosas serían distintas. Un poco mejor.

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Si la Policía, además de perseguir ladrones, ayudara a prevenir el delito, agilizar una denuncia, atender con prontitud una urgencia; si la justicia estuviera más del lado de las víctimas que de los victimarios; si las empresas de servicios redoblaran sus esfuerzos para que no nos desfalquen; si los guardianes de TransMilenio de verdad evitaran los colados y dejaran de ser pasivos (y de mirar el celular); si los puentes peatonales fueran más seguros, los parques y las calles más iluminadas, los andenes más caminables, los postes más limpios; si los alcaldes locales ayudaran más en esas pequeñas causas que generan convivencia; si las ciclorrutas fueran seguras y los coliseos funcionaran hasta más tarde y los colegios abrieran sus puertas para disfrutar de sus escenarios; si de verdad existiera mano dura y autoridad para quienes contaminan, invaden, ensucian, rompen y no arreglan; para quienes aplican el autoritarismo y no la autoridad, se desentienden del reclamo de la gente, acuden pero no resuelven y creen que toda solución es problema del otro o de la otra oficina, pues simplemente estamos dejando de lado la vocación de servir, que es el papel de cualquier autoridad istrativa o judicial.

Como ven, la inacción de unos tiene consecuencias en el otro. El mal comportamiento repercute en la manera en que convivimos. Y si nos dejamos llevar por la indiferencia o por esa tendencia de responsabilizar a los demás de nuestros males, nos mantendremos en el atraso social. La fórmula es simple: yo me comporto y el Gobierno garantiza mis derechos y mi seguridad. Lo demás es carreta.

ERNESTO CORTÉS FIERRO

Editor General

EL TIEMPO

@ernestocortes28